lunes, 28 de abril de 2008

Mijail Bulgakov: El maestro y Margarita


"El perdón y el amparo eterno"

Capítulo 32

Escucha el silencio --decía Margarita al maestro, y la arena susurraba bajo sus pies descalzos-- escucha y distruta del silencio. Mira, ahí delante está tu casa eterna, que te han dado en premio. Ya veo la ventana veneciana y una parra que sube hasta el tejado. Esta es tu casa, tu casa eterna. Sé que por la tarde te irán a ver aquellos a quien tú quieres, quienes te interesan y no te molestan nunca. Tocarán música y cantarán para tí y ya verás qué luz hay en la habitación cuando ardan las velas.
Dormirás con tu gorro mugriento de siempre, te dormirás con una sonrisa en los labios. El sueño te hará más fuerte y serás muy sabio. Y ya no podrás echarme. Yo guardaré tu sueño.

Así habló Margarita, yendo con el maestro hacia su casa eterna, y al maestro le parecía que las palabras de Margarita fluían como el arroyo que habían dejado atrás, y su memoria, intranquila, como pinchada con agujas, empezó a apagarse. Alguien dejaba libre al maestro, igual que él acababa de liberar a su héroe creado, que había desaparecido en el abismo, que se había ido irrevocablemente, el hijo del rey astrólogo, perdonado en la noche del sábado al domingo, el cruel quinto procurador de Judea, el jinete Poncio Pilatos.-

Que los cumplas felíz, Claire

El mismo mar nos pierde; nos encuentra y nos pierde. Tema de las olas: se arman, desobedecen, las crea el viento -¿su amor?- y se derrumban para volver a armarse con restos de olas anteriores, idénticas. Historia de amor: la planicie del mar, el viento que la oprime, y todo se levanta para perderse. Y todo tiende a disolverse contra una línea de aguas eternas y sol dilapidado llamada mar. Mar: abundancia de sinsentido humano. Alegorías: mostrar que desde un fondo de mar, marino, vendría la vida. Marina, salina, inmensidad de fuerzas.

domingo, 27 de abril de 2008

Crítica de Diego Braude, Imaginación atrapada

“Prometeo. Hasta el cuello”: La muerte del héroe


Una caja que es escenario. Cuatro otros personajes sentados a los costados. Agua comenzará a caer, muy de a poco (al inicio). Fuerza / Violencia y Hefesto - Rodríguez y González – llevan a Pontani – Prometeo – a una habitación. Lo van a guardar, o lo van a matar. Interna política en épocas electorales. Él ha traicionado, Titán de saco y pantalón. Quieren algo que él, Pontani, Prometeo, tiene. Zeus también lo quería, el secreto de su fin. Pero Pontani y Solano – Zeus - son mortales, no dioses ni titanes. Todo es reducido a una mezquina humanidad, la del poder que, por un tiempo, hace que ellos, probablemente, se vean a sí mismos con letras mayúsculas. Los demás hombres - que, a lo sumo, son "las bases" - sólo aparecen en el relato.
Pontani, acá, no expone, como en Esquilo, sino que contrapone. Todos los personajes (los que ya están adentro, los que irán entrando), son parte de una misma voz que discute consigo misma. Uno de los personajes (a quien todos esperan; el mensajero), marca escénica que termina operando como acento a prestar atención, es quien había dado la señal de comienzo de las acciones. ¿Hay, aparte de estas voces, una Voz que dirige desde afuera, que ya sabía que todos ellos estaban ahí para representar el drama de Pontani?

Internas políticas, campañas, chicanas. Militancia de aquí, ahora, de antes, mucho antes. Cinismo / Idealismo. El primero es tentador, más realista - ¿sí? -, el segundo (el de Silvina Basualdo – las Oceánides -), parece dulce, pero inútil, inocente, fuerte y débil a un tiempo. Pero Pontani no existe sin ninguno de los dos. Pontani sabe que está muerto, que sólo está demorando. Se divierte discutiendo con Rodríguez y González que, en definitiva, son dos caras de una misma moneda; sicarios y bufones ácidos simultáneamente, lo que queda de un discurso o de varios. Pero es el otro personaje, con mucho menos diálogo, el de Silvina, el que sostiene, sólo por el hecho de existir. En Esquilo, las Oceánides son un coro amigable hacia Prometeo, lo escuchan para que él hable. Silvina Basualdo no está ahí simplemente para que Pontani exponga, sino que lo defiende, lo incita a rebelarse; lucha por una causa perdida, una que, probablemente, ni siquiera exista más, pero lo hace de todas maneras.

Lo circular merodea permanentemente, un círculo vicioso que parece carecer de síntesis. Frases, terminologías, anécdotas, apuntan sobre diferentes épocas del peronismo – que es lo mismo que decir que habla de los últimos 60 años de historia argentina -, pero no lo cierran como discurso. Para cada espectador su experiencia, su conocimiento o ignorancia, seguramente producen diferentes lecturas y posicionamientos frente a la obra.

El afuera, extraño, complementario, individual, contiene a los personajes que luego se suman a este espacio escénico acentuado. Este afuera tiene algo de performático, más libre, en cierta manera, que el adentro. Afuera, hay música, mientras adentro buscan encender una radio que no termina de captar nada. El adentro se ilumina con fuentes de luz que nunca terminan de cubrir todo; en el afuera, dos pines blancos bañan a los cuatro personajes que esperan su entrada. El adentro es, probablemente, demasiado potente, pero puede elegirse el afuera. ¿Existe esa dicotomía? ¿Cómo es elegir el afuera? ¿Cómo es elegir el adentro y no ser consumido? ¿Es posible elegir?

Entre los personajes, el contacto físico sólo existe como violencia, violencia que está presente también en el texto, mientras se van cubriendo de agua. Todo parece dirigirse hacia un final que es volver al mismísimo principio. ¿Es Pontani Prometeo, o sólo uno más? ¿Cómo quebrar el círculo? ¿Cómo elaborar una síntesis?


NOTA ENTERA: http://www.imaginacionatrapada.com.ar/Teatro/prometeo-hasta-el-cuello.html

jueves, 17 de abril de 2008

Crítica de Camilo Sánchez- Clarín

MUERTE BAJO LA LLUVIA DE UN PAIS

"Un elenco potente en una puesta de El Muererío teatro, que convierte la tragedia en una interna partidaria.
"


Por: Camilo Sánchez

El brillo resignado de Augusto Pontani, su aureola fatal de víctima corajuda, quiebra el sentido: está sucediendo una historia en los fondos del Konex. Furtivo, consternado pero de pie, reconoce de entrada que se fue de lengua, que ha jugado a dos puntas en una interna partidaria y que, por eso mismo, tal vez no tenga retorno. "Soy cadáver", dice, recién guardado en un monoambiente de las afueras de la ciudad. "Estoy muerto", recita Pontani, el Prometeo que ha ventilado ciertos secretos de la cúpula entre las bases: un fuego chamuscado en estos tiempos de debacle, "de mucho ferrite en las paredes, cloacas mal hechas, cadáveres gremiales y otros manoseados".

El texto de Juan José Santillán, la dirección de Diego Starosta y un elenco de rara intensidad -Paula Tabachnik, Eliana Antar, Darío Szraka, Diana Cortajerena, Emanuel Belser, Lucía Rossi y el propio Starosta- trabajan, como en una carrera de postas, complementando esfuerzos, y potencian por eso mismo, en Prometeo hasta el cuello, una puesta que lleva al espectador a ese estado que todo hecho artístico finalmente anhela: la perplejidad. No hay persecuciones ni efectos especiales, sino una acción coreográfica abigarrada y certera, en un pequeño ambiente nacional y popular. Allí se destila el ajustado engranaje de la historia: la traición de Pontani y su empecinamiento en el silencio, su negativa a entregar los posibles nombres de una traición futura. Un hecho que podría sacarlo de la mira de Hermes/Camoranesi, ansioso por gatillar. El relato, que en el coro hace pie en textos escritos desde el vacío -Rodolfo Walsh, desde el exilio de la casita de San Vicente o la cabaña del Delta- no tiene dobleces: se cuenta sin atisbos de cinismo posmoderno ni fácil melancolía reivindicativa. Ocurre que ha pasado un vendaval, y hay más de una grieta en las goteras, y no ha parado aún la garúa de tanta historia.

Por eso es precisa la gotera en el techo, que acentúa el clima de las palabras, y más tarde la lluvia que empieza a caer amargamente y en la que nadie de los protagonistas parece reparar. "Señor/ un cuerpo en el destierro/ ninguna marca deja tras su paso/ ni restos de caricia. Días de sol/ y sombras que desmantelan nombres./ En la voracidad cada respiración es hija del despojo", dice, en lo que parece una nueva profecía, el coro de la tragedia. El relato ejerce, en el espectador, una ruptura temporal que es otro de los atractivos de la obra. Se cuenta, en medio del ríspido clima de los violentos años '70, una historia actual, con vaivenes de tramas partidarias y aparatos políticos, runflas ansiosas por pasarse a manos del mejor postor. Bajo el sólido disfraz de una forma, el equipo de El muererío teatro hunde los pies en una sinfonía trágica. Y ese sórdido chapoteo de los zapatos de Camoranesi en el silencio, después del tiro final, resultará inolvidable.


CALIFICACION: MUY BUENA

ver nota: http://www.clarin.com/diario/2008/04/12/espectaculos/c-01501.htm

Crítica de Federico Irazábal - Diario La Nación

UNA SOCIEDAD DE DISCURSOS EFIMEROS
"Diego Starosta hizo un trabajo intenso con un texto exquisito de Juan José Santillán sobre el mito
de Prometeo"
Por: Federico Irazábal

La relación que Prometeo. Hasta el cuello establece con la tragedia de Esquilo es tan prescindente como necesaria. Aquel espectador que tenga un contacto intenso con el universo mitológico griego podrá encontrar indicios que, al no ser explícitos, generan un goce extra cuando de interpretar se trata. Ver, por ejemplo, a los personajes en una permanente batalla por encender sus cigarrillos no está reñido de la relación que el personaje habrá de tener con el fuego. Pero muy por encima de estos diálogos, de estos juegos textuales, la obra producida por Juan José Santillán puede ser leída por sí misma y en sí misma. No hace falta ser un erudito en la materia para poner en marcha la máquina interpretativa en una propuesta en la que los referentes históricos y políticos son lo suficientemente claros. No es compleja la relación entre este pequeño departamento en el que el militante traidor Augusto Pontani será escondido y la montaña del Cáucaso en la que, según el mito, Prometeo fue encadenado por Zeus. Así, Santillán produjo un texto en el que el humor, las búsquedas poéticas -en tanto juegos retóricos-, y las relaciones intertextuales -la tragedia original, las interpretaciones míticas, Rodolfo Walsh, entre otros- son fruto de una elaboración tan personal como interesante.

Agua que corroe

En el resultado final del trabajo de Starosta puede percibirse parte del proceso de creación y producción del espectáculo, a tal punto que alcanza a verse cómo los distintos elementos utilizados dialogan unos con otros sin que ninguno se imponga al resto. Desde lo meramente visual, hay que decir que el objetivo es el encuadramiento del espacio escénico en una caja dentro del escenario. De este modo, Starosta constituye un exterior y un interior que con claridad serán percibidos por el espectador hasta el instante final en que esta escisión acabe por estallar. La iluminación muy acertadamente es casi en su totalidad ambiental y proviene de los propios artefactos del departamento. En el momento mismo en que comienza la obra se oye un sonido difícil de ser adjudicado a una fuente sonora escénica.

Sin embargo, a medida que avance y que el espectador se vaya relacionando con la situación y con el espacio, podrá ver que la fuente de sonido es la de una filtración de agua en el techo, filtración que irá gradualmente enriqueciéndose hasta devenir chorros que lo mojan todo. Esta aparición del agua verdaderamente produce un distanciamiento notorio en la escena, haciendo que algo de lo textual se vuelva profundamente artificial. Es claro, la propuesta tiene que ver con utilizar lo postural, lo gestual y lo energético para preguntarse qué lugar puede ocupar hoy, en una cultura carente de mitos, un discurso político que ha quedado como pura pantomima, incluso aunque sea pronunciado desde las más altas esferas de la vida política nacional. Los personajes continúan con su retórica ampulosa mientras desde lo visual van siendo ridiculizados y degradados.

Las decisiones de Starosta en cuanto a lo actoral y lo coreográfico buscan lo mismo: extrañar. Y los actores, en un muy interesante duelo coral, son fieles colaboradores en la creación de este mundo en el que cierto tipo de discursos degradados se convertirán en tema y forma para una tragedia que ya no podrá ser.

CALIFICACION: MUY BUENA

Ver Nota: http://www.lanacion.com.ar/entretenimientos/nota.asp?nota_id=1003498&origen=acumulado&acumulado_id=120-6

jueves, 10 de abril de 2008

Resonancias

Función del miércoles 9/4. Impresiones de Marta, Martín y Silvina. Gracias.

Marta:
" cuánto agradecer tengo encima para darte, para compartir con vos por el intensísimo momento que nos lanzaste anoche, con la espeluznante sorpresa de tanta poesía en los textos (más de una vez, y especialmente a través de la hija del político asesinado que hacía en el principio de la obra de coreuta vestida de montar), más de una vez, digo, esa poesía me emocionó hasta la humedad, como esa humedad que va carcomiendo a los personajes, y que ni ellos se dan cuenta, tan ensimismados están en su causa anacrónica y perdida y a la vez tan actual y reflotada contra natura.....política y poesía hasta el hueso, política y poesía implacables, acusadoras....yo no estaba ajena a lo que veía y escuchaba, me sentía acusada por ratos, acusaba yo en otros...la puta que me hizo involucrar....estaba incómoda como esos personajes que no paran de moverse, coreográfica y delirantemente....somos eso, venimos de eso, y como dice la cigüeña, aterrizá como puedas.....
desde mi embarazo de 8 meses, con la sensibilidad doble, miro mi ombligo y veo esa herencia arcaica, esa cicatriz indeleble y admiro esa poesía que acusa y emociona, y que, en definitiva, es lo único que logra que lo indeleble se transforme en agua que moja y limpia.
Un orgullo, che. Gracias.


Martín:

Es cada vez más difícil encontrar una propuesta de este tipo, tan bien llevada a cabo. Se nota que hay trabajo, seriedad y compromiso con lo que se está haciendo... Y no lo digo por el tema o contenido de la obra, que lo tiene, sino por la calidad. Porque al público le puede gustar o no pero no cabe duda que hay calidad.
Hablábamos con Silvina que quizá el modo del decir elegido (como te dije ayer) no nos permitió adentrarnos con tanta comodidad. El estilo elevado del texto (personalmente me gusta mucho y creo es bien definido) y la forma de decir no me la hicieron fácil. Pero es un componente más de una propuesta compleja y arriesgada. Esa drástica decisión nos pareció fundamental en la propuesta. Digo, ver ese rigor en una puesta es muy valioso para mí como director/espectador. "

Llegan, de a poco, los comentarios

"Tienen que hacer gárgaras"

"Que se ate el vestido"

"¿Por qué adentro del cuarto llueve y afuera, en la ventana, se ve el sol?"

Estela Gutman´s Dixit (s).

Estela nos aplicó el uno-dos tres y nos dejó contra las cuerdas. La señora Gutman tomó asiento preferencial en la sala C del Konex. Entró, dicen, ostentando frente a todos los presentes libreta y reluciente lapicera. Y tomó nota. Varias notas. Todavía no alcanzamos a dar con ese valioso y tenaz documento. Reproducimos algunos fragmentos apócrifos.

Libreta de Estela Gutman. Hallada en la provincia de Entre Ríos. Pertenece al registro de su trabajo en los tablados litoraleños temporadas 1961-1962


"¿computadoras? Jamás. Necesito sentir los golpes de cada letra en el papel" dijo Estela Gutman frente a las agobiantes ofertas de PC de los diarios.

Estela vio a su hija empapada. Y se preocupó (no es para menos). La vio, seguro, distinta con una voz contorsionada bajo los efectos de la lluvia. A la señora Gutman le llamó la atención cierto retazo del vestido de su hija. "Se tiene que que atar ese vestido", escribió. Y tuvo razón.


El tema de la lluvia nos puso en jaque. Estela, llueve porque creemos en la leyenda de la lluvia con sol. En el amor de la tercera edad. Llueve, también, porque el diluvio de la tragedia nos convoca a esa torrencial manera de empapar los cuerpos. Aparte el sol, no es sol pleno sino un atardecer de verano. Usted viera...
Se lo quisimos comentar personalmente a su hermana pero... ¿qué pasó? La esperamos y la esperaremos.

PD: A la señora de Antar le decimos que sí, la de los bracitos a lo Hugo Moyano es su hija. Está bien, cambió un poco, lo aceptamos. Pero es ella. Quédese tranquila que se la devolveremos como nueva. Además, queremos informarle que tenemos más afiches. Muchos más (bueno, tampoco tantos) Le queremos agradecer por su gestión con el diariero y por el contacto con Katja. Nunca se sabe. Ya haremos funciones en el país hermano.
A la señora de Szraka --y con ella a todos los que firmaron el pedido de solidaridad con los actores mojados-- el calentador del agua está en marcha. Es como los del mate pero XL. Todavía nos queda un changuí veraniego. Además, estamos en áridas negociaciones con laboratorios europeos y locales que nos proveerán de vitamina C y, llegado el caso, antibióticos. El Same, hasta ahora, nos apoya en caso de accidente o gripe severa. Queremos ser como Julio con su bata blanca pero hasta ahora el presupuesto nos alcanzó sólo para toallas de mano. Vamos de a poco. Pero vamos.

Gracias de todo corazón.

sábado, 5 de abril de 2008

El estreno

Palabras introductorias


Planteamos una puesta en escena desde la imposibilidad de contener el peso de la tragedia. Por lo tanto, evocar será una forma de dislocar lo evocado. En cada evocación, estalla la temporalidad mítica y nuestro Prometeo/Pontani ya no tiene nada que develar, destila un tanteo por las palabras que le permiten confrontar una época oscura.
Esquilo fue una cartografía sobre la definimos nuestro designio. El artificio demuestra su inestable mecanismo sobre la marcha. En Prometeo. Hasta el cuello hay un “Afuera” y un “Adentro”, que funciona por acumulación de un discurso político y el drenaje del mismo mediante relatos confesionales. Una dialéctica de cuatro movimientos y un epílogo: el martirio de Prometeo ya no se presenta en la acción de un águila que devora eternamente sus vísceras, sino en la circularidad del relato.



González (Eliana Antar), Pontani (Darío Szraka) y Rodríguez (Paula Tabachnik)
Camoranesi (Diego Starosta), Basualdo (Emanuel Belser) y Elisa Tobar (Lucía Rossi)






Diego Starosta (Camoranesi) y Darío Szraka (Pontani)



Hay un Coro que tendrá un carácter regresivo. Se disgregará hasta contener apenas la fibra de un monólogo, donde Hermes/Camoranesi tiene como único mensaje martillar su 9 milímetros sobre un héroe en desgracia. Io/Tobar, es la desterrada; la instancia sensorial de una licencia poética que devela el artificio de una representación agotada. Fuerza y violencia/ Rodríguez y Hefesto/González, en su carácter andrógino, desarrollan una relación tan bufonesca como filosa. En el medio, una radio y los retazos de una discusión sobre el aislamiento. Océano/ Basualdo y Coro de océanides/Silvina Basualdo serán hermanos, con las implicancias que denota la arbitrariedad de construir esa relación en territorio hostil. Silvina Basualdo, un contrapunto a la violencia naturalizada que se desarrolla en el cuarto; Basualdo, la mella del oportunismo. Por último hay una anécdota sobre el encierro y una traición en tiempos electorales.
La música y el tempo de la lluvia, utilizados en esta puesta, resultan tan fundamentales como la danza creada por los actores y las sillas. Palabras lavadas, criaturas que agotan hasta el último resto de energía en una coreografía de la incomodidad y el despojo. Un cuarto les da cobijo, ellos merodean, ajustan su pasado en el resguardo de un techo que se les viene encima.




El diluvio


Silvina Basualdo (Diana Cortajerena)





Mito-tragedia-política. Una particular mirada de la historia y de la derrota. ¿La representación de un lenguaje en tiempos donde lo político se transfigura en caricaturas y borrones? Si el mito se elabora con monumentos fijos del lenguaje, a los que se les solicita reencarnaciones permanentes, conjuga sus materiales recomponiendo ruinas de ocurrido. Definitivamente incompletos, borroneados. Un tratamiento de lo político no será dosificar parodía, cinismo o apego lacrimógeno al relato de los vencidos; sino componer desde la particularización de las heridas. La descarnada fragilidad de una memoria fragmentada es también una herida.
Las resonancias que abre el material pueden ser múltiples. Proponemos abrir, evitar la clausura de una discusión posible. En la obra hay claros referentes que no se nombran y que surgen potenciados como materia fulgurante: un movimiento, una época, una pasión; discursos, palabras. La tensión de acciones en el vacío.


Juan José Santillán
Febrero / Marzo de 2008

Los intriga

Aquí los volantes que anduvieron por las calles de Buenos Aires. Tal vez, se hayan tenido en sus manos esta situación que involucra a un tal Solano (¿San Francisco?, ¿el barrio la Florida? ¿Cruce de Solano? ¿el arroyo las piedras?); también a nuestro inefable Pibe ventajita y a Pontani- Camoranesi.

viernes, 4 de abril de 2008

La banda suena...


"La música es otra cosa, hay mucho ruido dando vuelta"
dispara González a Basualdo, nuestro ilustre pibe ventajita. González timonea sonidos de una radio en mal estado. Lo cierto es que más allá del guiño-- lamentablemente casual debido a una molesta filtración sonora (que seguro solucionaremos en breve)-- la banda prometeica suena. Un sonido que mastica el fluir de siete personajes en tránsito por la tragedia.

jueves, 3 de abril de 2008

Chabuca Granda: "Un barco ciego"

Como yo el mar
se vuelve y se revuelve
dentro del mar
prision y prisionero
se ve pasar cargado
de naufragios más allá
de las olas y los años

Atado así,
atado a su misterio
y a la estrella y la memoria
el corazón
recuerda lo no dicho.

Una isla blanca; un barco ciego.

Y así tomando
fuerza en sus prisiones
el viento se alce,
bramen las mareas;
en tempestad
despierte lo soñado
para crecer
los ríos y los hombres
corazón de sal
y de tormentas
corazón de arenas
y de estrellas
Furia de la furia,
trunca y prisionera.
El mar,
el mar.