El de ensuciarse las manos, digo; el de la carga y la descarga, el del armado y desmontaje, el de la pinza, la soldadora, los tornillos y la escuadra; el de la lámpara y la lamparita, de la bomba con 220, la tensión a 12 volts y los nervios a 380. El agua, bendita, como la cita Ponge, o con el óxido ferroso de las cañerías porteñas. En fin, aquí estamos señores, con las manos sucias, la cabeza quemada y el entusiasmo intacto como laburante a las 17:55 del viernes de quincena. El último tramo de esta primera etapa.
Hoy hicimos nuestra entrada triunfal a la sala que nos albergará por tres meses, y a pesar de la vorágine, fue un día importante, especial al menos. Ahí estábamos todos, o casi todos, sólo faltaba Mauro que estaba festejando en Concepción del Uruguay los 60 años de matrimonio de la Pocha y de Manucho. El comandante Duilio se vino con un contingente importante como para reafirmar, con el número, la convocatoria de este acto que se constituye en un mojón más en nuestro derrotero encadenado.
¡Salud Compañeros!
jueves, 20 de marzo de 2008
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