domingo, 27 de abril de 2008

Crítica de Diego Braude, Imaginación atrapada

“Prometeo. Hasta el cuello”: La muerte del héroe


Una caja que es escenario. Cuatro otros personajes sentados a los costados. Agua comenzará a caer, muy de a poco (al inicio). Fuerza / Violencia y Hefesto - Rodríguez y González – llevan a Pontani – Prometeo – a una habitación. Lo van a guardar, o lo van a matar. Interna política en épocas electorales. Él ha traicionado, Titán de saco y pantalón. Quieren algo que él, Pontani, Prometeo, tiene. Zeus también lo quería, el secreto de su fin. Pero Pontani y Solano – Zeus - son mortales, no dioses ni titanes. Todo es reducido a una mezquina humanidad, la del poder que, por un tiempo, hace que ellos, probablemente, se vean a sí mismos con letras mayúsculas. Los demás hombres - que, a lo sumo, son "las bases" - sólo aparecen en el relato.
Pontani, acá, no expone, como en Esquilo, sino que contrapone. Todos los personajes (los que ya están adentro, los que irán entrando), son parte de una misma voz que discute consigo misma. Uno de los personajes (a quien todos esperan; el mensajero), marca escénica que termina operando como acento a prestar atención, es quien había dado la señal de comienzo de las acciones. ¿Hay, aparte de estas voces, una Voz que dirige desde afuera, que ya sabía que todos ellos estaban ahí para representar el drama de Pontani?

Internas políticas, campañas, chicanas. Militancia de aquí, ahora, de antes, mucho antes. Cinismo / Idealismo. El primero es tentador, más realista - ¿sí? -, el segundo (el de Silvina Basualdo – las Oceánides -), parece dulce, pero inútil, inocente, fuerte y débil a un tiempo. Pero Pontani no existe sin ninguno de los dos. Pontani sabe que está muerto, que sólo está demorando. Se divierte discutiendo con Rodríguez y González que, en definitiva, son dos caras de una misma moneda; sicarios y bufones ácidos simultáneamente, lo que queda de un discurso o de varios. Pero es el otro personaje, con mucho menos diálogo, el de Silvina, el que sostiene, sólo por el hecho de existir. En Esquilo, las Oceánides son un coro amigable hacia Prometeo, lo escuchan para que él hable. Silvina Basualdo no está ahí simplemente para que Pontani exponga, sino que lo defiende, lo incita a rebelarse; lucha por una causa perdida, una que, probablemente, ni siquiera exista más, pero lo hace de todas maneras.

Lo circular merodea permanentemente, un círculo vicioso que parece carecer de síntesis. Frases, terminologías, anécdotas, apuntan sobre diferentes épocas del peronismo – que es lo mismo que decir que habla de los últimos 60 años de historia argentina -, pero no lo cierran como discurso. Para cada espectador su experiencia, su conocimiento o ignorancia, seguramente producen diferentes lecturas y posicionamientos frente a la obra.

El afuera, extraño, complementario, individual, contiene a los personajes que luego se suman a este espacio escénico acentuado. Este afuera tiene algo de performático, más libre, en cierta manera, que el adentro. Afuera, hay música, mientras adentro buscan encender una radio que no termina de captar nada. El adentro se ilumina con fuentes de luz que nunca terminan de cubrir todo; en el afuera, dos pines blancos bañan a los cuatro personajes que esperan su entrada. El adentro es, probablemente, demasiado potente, pero puede elegirse el afuera. ¿Existe esa dicotomía? ¿Cómo es elegir el afuera? ¿Cómo es elegir el adentro y no ser consumido? ¿Es posible elegir?

Entre los personajes, el contacto físico sólo existe como violencia, violencia que está presente también en el texto, mientras se van cubriendo de agua. Todo parece dirigirse hacia un final que es volver al mismísimo principio. ¿Es Pontani Prometeo, o sólo uno más? ¿Cómo quebrar el círculo? ¿Cómo elaborar una síntesis?


NOTA ENTERA: http://www.imaginacionatrapada.com.ar/Teatro/prometeo-hasta-el-cuello.html

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