miércoles, 4 de junio de 2008

Nota de Esteban Rodríguez: desde La Plata. Grupo La Grieta


ENCAJADOS


¡Ay, Prometeo!, gimo al ver tu dolor.
Esquilo


por Esteban Rodríguez

“Prometeo hasta el cuello” es la reescritura que hizo Juan José Santillán de la obra de Esquilo. Una obra dirigida y puesta en escena por Diego Starosta, estrenada en el Konex en mayo y junio de este año, con un elenco integrado por el grupo “Muererío Teatro”.

“Prometeo encadenado” es el punto de partida para atreverse a contar una historia que muy pocos se animan todavía a relatar y muchos menos a discutir. Prometeo será recordado para poner el dedo en la llaga, para pensar el problema de la “traición” en la Argentina de los ‘70, al interior de las organizaciones armadas, pero también para pensar una temporalidad desquiciada con la que tuvo que medirse una generación entera.

Las historias que cuenta Santillán son historias perforadas con frases hechas. Todos los actores cargan palabras pesadas que no comprenden, o comprendiéndolas desconocen las consecuencias, o sabiéndolas también, se creen invulnerables y siguen adelante, para darse la cabeza contra la pared, y no solamente la cabeza y no solamente sus cabezas.

Actores que hablan un relato que saben de memoria, que inspira piedad –no lo vamos a negar- porque son hombres que no saben y juegan a saberlo todo. Algunos llaman a eso estupidez. Lenin lo llamaba “izquierdismo” y parece que fue una suerte de “patología” muy difundida también en la Argentina de aquellos años. Confundir el propio deseo con la realidad, la actitud político-ideológica con las circunstancias objetivas, o como decía Walsh: querer imponer nuestros esquemas a la realidad puede costar demasiado caro. Un paso más y la verdad se transforma en error. No basta la verdad para convencer a los otros y mucho menos para vencer al enemigo.

Los relatos a través de los cuales son hablados están dislocados por una historia que se les escapaba de las manos. Los actores juegan un papel ensayado varias veces; una derrota practicada por las generaciones pasadas y que oprimen como en el limbo, el cerebro de los vivos. La historia no iba a fallar, los iba a pasar por arriba.

Todos juegan a improvisar una historia que estaba escrita en el aire, que se respiraba en el ambiente y en la estupidez de muchos –tal vez demasiados- dirigentes setentistas. Algunos la llamaron “la voluntad”, sin advertir que la Historia estaba del otro lado practicando puntería. Walsh lo vio clarito en su momento, y se los dijo de frente: Hay un déficit de historicidad que, sumado al militarismo y al ideologismo, nos convertirá en otra patrulla perdida. Hay que resistir junto al pueblo, sin delirios de grandeza y pensando en largos plazos. A Walsh no se le escapaba que sus palabras estaban llegando demasiado tarde para organizar el repliegue. Muchos creyeron que estaban cargados, que iban a ligar en la próxima mano, se les escaparon todas las señas del otro, no quisieron ver el ancho de espada, estaban cebados, lanzados hacia delante, era demasiado tarde.

Nota entera: : rodriguezesteban.blogspot.com/

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