El tiburón encuentra su presa.
Su presa se transforma en el centro de su universo,
en el eje sobre el que gira la rueda ese destino.
En diámetros espiralados el tiburón gira.
En cada giro, se acerca al centro.
En cada rotación, el olor de la víctima es más fuerte,
los dientes sienten la carne que van a desgarrar.
Aun a distancia, la mandíbula ya hinca su poder sobre la carne.
Con cada rotación, se disipa la bruma que esconde
a ese trágico destino de muerte.
La víctima flota.
El tiburón nada, avanza.
sábado, 22 de diciembre de 2007
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